La obesidad, una epidemia que requiere cambio de hábitos y políticas
Por primera vez en la historia más personas sufren de comer muchas calorías que muy pocas.
Investigación publicada en Clarín, autor Rubén Torres Parson
Gastamos cerca de 10% del PBI en salud y parte de la población sobreconsume servicios muchas veces innecesarios y otra no accede a los necesarios. La atención primaria que resuelve 80% de las necesidades cerca del paciente, se ignora. Subestimamos la educación sexual y reproductiva para prevenir embarazos no deseados que acaban en aborto clandestino y muerte. Toleramos inequidad, mientras declamamos cobertura universal. Cada año, hay 44 mil muertes por enfermedades asociadas a tabaco, primera causa de muerte prematura y evitable, y el Parlamento no ratifica el convenio contra el tabaco.
La mención del presidente Macri a la obesidad infantil, en la inauguración de las sesiones ordinarias, quedó relegada en repercusión por temas de mejor prensa como la inseguridad. En Argentina, las muertes por obesidad superan más de 10 veces las de violencia criminal. Sobrepeso y obesidad causan miles de muertes al año, casi el doble que por asesinatos en América Latina, y sólo en Honduras los homicidios matan más que ellas, según la FAO.
El mundo está en transición y los problemas de 6 mil millones de personas en países emergentes son cada vez más los de los mil millones en países ricos. Haití, el más pobre del continente, y con la tasa más alta de subalimentación, tuvo el mayor aumento en tasa de obesidad de 2005 a 2014. Por primera vez en la historia más personas sufren de comer muchas calorías que muy pocas, y el fantasma del hambre europeo que hizo creer a nuestras abuelas, que “flaco” era sinónimo de “enfermo,” ha terminado. Comida procesada, urbanización y sedentarismo hicieron a la obesidad epidemia, en ausencia casi total de políticas públicas que aseguraran comer sanamente. Recientemente se dejó sin efecto un aumento de impuestos, que las cámaras empresarias consideran ineficaz y promotor de pérdida de empleos, argumentos atendibles, pero que no corresponden al debate de la salud pública, en que el discurso inicial del Gobierno se basó. Un argumento de la industria es que no se puede asignar toda la culpa a esos productos y es estrictamente cierto, el fenómeno es multicausal. Pero las bebidas azucaradas (BA) están en el podio: Argentina consume 137 litros per cápita año y es uno de los cinco países con más consumo de azúcar agregada (40% proviene de BA), el triple de lo recomendado por OMS; fundamento para gravar un producto de consumo masivo, que daña fehacientemente la salud.
Bajar su consumo mejora tres de los principales factores de riesgo cardiovascular, y con un aumento del 10% de precio, su demanda caería 11,2%, podría evitar 2.639 muertes entre 2015 y 2024, y en un escenario conservador 13.385 casos de diabetes y 4.000 eventos cardíacos y cerebrovasculares. Nuestra tasa de sobrepeso en menores de cinco años es la segunda de América latina y seis de cada 10 argentinos tienen exceso de peso.
Se proponía subir la alícuota para bebidas con azúcar, whisky, coñac y cervezas; en champañas, empezar a pagar 17% y en vinos y sidras 10. La medida es recomendada por OMS como una de las cinco políticas más importantes para reducir obesidad –en especial infantil–. Líderes de todo el mundo trabajan para aligerar la carga de una epidemia que genera 4 millones de muertes prematuras al año y un costo económico muy importante para los sistemas de salud: U$S 800 millones en Chile (2,4% del gasto en Salud Pública) en 2016. Investigaciones muestran que si no se aprecia un encarecimiento significativo probablemente no disminuya su consumo; y recomiendan un mínimo de 20 % para lograr bajas significativas en términos de salud pública.
Esta epidemia tiene solución: hay políticas públicas y estrategias empresariales para revertir el crecimiento de la obesidad aún con otras prioridades en competencia. El problema grave hoy y enorme pronto podría atacarse ya con etiquetas más claras, límites en publicidad (según Defensoría del Pueblo, 30% de los avisos en canales o programas infantiles son de comida chatarra), o la elevación de impuestos que se ha rechazado. Combatir la pobreza implica combinar estratégicamente acciones y mejorar condiciones de vida (el sobrepeso es 31% más frecuente en chicos de nivel socioeconómico bajo). Debemos cambiar nuestra alimentación de forma urgente poniendo salud en todas las políticas pues un asesino permanece casi invisible. O empezar a temer más a la obesidad que al crimen organizado.
Rubén Torres Parson es médico, rector de la Universidad ISalud.